19 de agosto, Fernando Maureira,
Investigador del CIDE
Programa Propedéutico UAH
La semana pasada el Ministro de Educación anunció que se otorgarán becas para jóvenes con altos puntajes PSU que decidan estudiar pedagogía como primera opción, como estrategia para mejorar la calidad de la educación chilena. Más allá del impacto que podría tener esta medida en el logro de propósito buscado, resulta interesante analizar el criterio “supremo” utilizado para la selección de los futuros buenos profesores: El puntaje en la PSU.
Ya hay suficiente evidencia empírica que da cuenta que existen “otros talentos” para abordar con tantas o más posibilidades de éxito estudios en educación superior, como es aquel relacionado con el hecho de haber sido uno de los estudiantes con mejores logros académicos de su clase y liceo.
Existe una gran cantidad de establecimientos educacionales del país, que por distintas razones, no brindan o no pueden brindar a sus estudiantes oportunidades de obtener un alto logro en la prueba de selección universitaria, pero en todos ellos existen estudiantes talentosos, que a pesar de malas condiciones socioeconómicas y académicas, son capaces de destacar entre sus pares.
La capacidad de estos estudiantes de destacar, a pesar éstas condiciones adversas, dan cuenta de sus capacidades, competencias e incluso resiliencia, esta simple circunstancia los hace merecedores de una oportunidad de continuar estudios en educación superior, entonces ¿por qué no también dar cuotas especiales para ellos en el contexto de esta beca que pretende buscar buenos futuros maestros para Chile?
Hoy ya existen en nuestro país seis universidades que confían en la repartición democrática de los talentos para seguir estudios universitarios y se encuentran desarrollando o poniendo en marcha programas propedéuticos. Universidades que congregan en sus aulas, durante el segundo semestre de cuarto medio a estudiantes de liceos de contextos deprivados y con históricos logros académicos deficientes. La información dura con la ya que contamos nos permite afirmar que una vez ingresados a carreras universitarias, al menos no les va peor que a sus pares seleccionados por la PSU.
Entonces el desafío no es sólo generar estudios y con ellos sueños y utopías respecto de medidas tendientes a la equidad de oportunidades, es necesario pasar a al acción.
En estas experiencias hay información valiosa e irrefutable, que permitiría perfectamente ser la base de una política pública que ponga en el centro la equidad de oportunidades.
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