30 de julio
Mary Jane Abrahams
Directora Pedagogía en Inglés
El último anuncio del Ministerio de Educación relacionado con el inglés nos señala que en octubre de este año 250.000 estudiantes de tercer año medio tendrán que dar un SIMCE para medir sus logros en este idioma.
La idea es loable, saber dónde están los alumnos con respecto a su aprendizaje, qué tan efectiva ha sido la educación recibida en el área y qué medidas tomar para mejorar la situación, permitirá hacer los ajustes necesarios para enmendar rumbo.
Sin embargo, no hay que olvidar que el 2004 y el 2008 se hicieron evaluaciones diagnósticas a una muestra representativa de octavo básico y luego al mismo grupo en cuarto medio. Los resultados fueron malos en 2004 pero en 2008, mostraron un cambio positivo, la curva había empezado a subir. Las medidas que se estaban aplicando estaban rindiendo frutos.
Es obvio que sólo dos años después, no habrá variaciones significativas que justifiquen la aplicación de otro test – y ahora masivo. ¿Qué se gana con tener resultados individuales poco significativos?
Entonces, ¿no sería mejor pensar en qué debería hacerse y cómo? Por ejemplo, invertir el costo del examen (¡que no es barato!) en perfeccionamiento y continuar con la capacitación de los profesores, pero que esta vez no sea optativa sino obligatoria, para mejorar su inglés y darles las herramientas metodológicas para garantizar el aprendizaje en la sala de clases, asegurarse de que reciban información actualizada en estrategias de aprendizaje, evaluación para y del aprendizaje, manejo de grupos, elementos que de verdad les permitan una mejor práctica pedagógica y un mejor desempeño en el aula.
El objetivo final es que los chilenos aprendan a hablar inglés después de ocho años de estudiarlo en la escuela, algo no menor ¡ocho años! Esto no sucederá mientras las clases de inglés sean en castellano, mientras se enseñen reglas y fórmulas gramaticales aisladas, mientras se den listas de vocabulario fuera de contexto y mientras los alumnos piensen que el inglés es una lata o tan difícil como las matemáticas.
Mucho se ha culpado a los profesores como los responsables del fracaso de los alumnos, por lo mismo y antes de seguir estigmatizándolos, demos señales claras de que confiamos en ellos y pongamos a su disposición las herramientas que los hagan verdaderos maestros, respetados y apreciados porque saben enseñar, porque hablan bien inglés, porque tienen manejo de la gestión de un aula, porque evalúan lo que sus objetivos establecían como aprendizajes, porque dan retroalimentación y los alumnos aprenden de sus errores, porque en sus aulas hay una atmósfera cálida que estimula y no atemoriza o ridiculiza.
Finalmente, la medida de aplicar tests y luego aplicar sanciones o críticas porque los resultados serán mediocres no nos llevará a ninguna parte, seamos proactivos y hagamos algo que nos ayude en la crisis: apoyemos a nuestros profesores con formación continua, ellos son los que están con nuestros hijos en la sala de clases día a día, durante ocho años para que aprendan inglés.