Rol en tensión
Señor director:
El día de la Educadora de Párvulos en Chile se celebra en nuestro país el día 22 de noviembre. Esto porque ese mismo día del año 1944 se inicia la formación universitaria -en la Universidad de Chile-, de las profesionales que acompañan el desarrollo de niños y niñas, un hito que marca el reconocimiento de la importancia del rol de las y los profesionales que realizan esta labor en la construcción de ciudadanía desde la temprana infancia.
A pesar de que ya se cumplen casi 80 años de este hito, el rol profesional de las educadoras sigue estando en tensión, entre un creciente reconocimiento desde la política pública de la relevancia de este rol y, por otro lado, a nivel social, la imperiosa necesidad de comprender la complejidad de conocimientos, habilidades y actitudes necesarias que involucra ser una educadora de párvulos.
Crecientemente la política educativa nacional e internacional reconoce la importancia de contar con profesionales especialistas en el desarrollo infantil, capaces de generar oportunidades de aprendizaje desde los primeros años, en una amplia variedad de contextos y en estrecha relación con las comunidades y familias. La discusión sobre el rol profesional de educadoras y educadores reconoce su liderazgo pedagógico que requiere, por una parte, ser expertos en pedagogías relacionales que movilizan a toda la comunidad en beneficio del aprendizaje de niños y niñas en primera infancia: a las familias, involucrándolas en el desarrollo de sus hijos e hijas, permitiéndoles conocer cómo aprenden y entregando orientaciones para que desde la casa puedan apoyar esta labor; a las comunidades o redes, pues al involucrarlos a partir de experiencias situadas les muestran cuán importante es su participación para apoyar la construcción del sentido de pertenencia a la comunidad, a la cultura. Tal como lo sustenta el Marco para la Buena Enseñanza y el Marco para la Buena Dirección en este nivel educativo, su rol implica ser garantes de los derechos de la infancia, ofreciéndoles un espacio para levantar su voz y desarrollar su potencial, desde un fuerte compromiso ético y reconociendo la complejidad y particularidad de los diversos contextos sociales y culturales en que las niñeces se desarrollan y aprenden.
A pesar del reconocimiento de la trascendencia de su rol para la infancia y ciudadanía, el estatus profesional y social sigue siendo invisibilizado. Entonces ¿Qué se requiere para profesionalizar este rol? Sin duda es imperioso que estas profesionales cuenten, con condiciones laborales dignas, con financiamiento suficiente, y tiempos apropiados a las características del ejercicio de este rol, que les permita llevar a cabo procesos de planificación, involucramiento con las familias y las redes educativas y comunitarias. Asimismo, se hace necesario atender su bienestar emocional considerando que en esta profesión es fundamental una ética del cuidado con alto compromiso emocional que es sustento del desarrollo, el bienestar y el aprendizaje de niños y niñas desde la primera infancia.
Esperamos que hoy las y los profesionales en Educación Parvularia que acompañan el desarrollo y aprendizaje de la primera infancia en una diversidad de contextos: aulas hospitalarias, centros penitenciarios, jardines comunitarios, rurales, hogares, o centros educativos, por ejemplo, sean reconocidas en la relevancia y complejidad de su rol para la construcción de una sociedad justa y equitativa.
Piedad Cabrera Murcia y Ximena Poblete Núñez
Académicas Facultad de Educación U. Alberto Hurtado