Las académicas Andrea Ruffinelli, Alejandra Falabella, Belén Rojas, Genevy Moreno, Javiera Figueroa, M. Teresa Rojas, M. José Valdebenito, M. Jane Abrahams, Paula Alarcón, Rosa Gaete Moscoso, Solange Gorichon, Stephen Darwin y Tatiana Cisternas, junto a académicos de otras universidades exponen en El Mostrador las razones de por qué no es tiempo de mediciones, ya que «no hay condiciones para su aplicación, y el sistema requiere una revisión profunda que permita recobrar la confianza y la responsabilidad del Estado».
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Cada fin de año, desde la promulgación de la Ley que crea el Sistema de Desarrollo profesional docente, los estudiantes de pedagogía que están a un año de terminar su carrera rinden una prueba, la Evaluación Nacional Diagnóstica, END, de carácter formativo, con el objeto de levantar información útil para las carreras acerca de sus fortalezas y debilidades formativas, que les ayuden a mejorar, y que permitan apoyar a sus estudiantes en las dimensiones más débiles antes de egresar. Esta evaluación es un requisito de titulación. No requiere obtener un determinado resultado, pero sí rendirla.
Una evaluación de este tipo no solo parece no pertinente en el actual contexto de crisis acumulada en el país, tras el estallido social en octubre pasado, que virtualmente paralizó todos los procesos formativos y en medio de la pandemia que obligó a implementar una formación virtual con altos niveles de complejidad en su ejecución, y que solo recientemente comienza a asentarse con un frágil equilibrio, preparándose para un segundo semestre en iguales condiciones. Un fin de semestre pasado fallido, un semestre actual atípico y demandante, y un resto de año que se vislumbra incierto configuran un escenario en que tal evaluación pierde todo sentido y solo agrega innecesaria presión sobre unos estudiantes, formadores y carreras ya extremadamente tensionados, más aún considerando que los resultados de la END ya comienzan a ser parte de los criterios de acreditación de los programas formativos.
Y es en este contexto que ayer llega a las universidades desde la dirección del CPEIP, organismo del MINEDUC responsable de esta evaluación, una carta alertando acerca de un error en los informes de resultados de la END 2019 enviados recientemente a las universidades, desresponsabilizando al Estado y responsabilizando al Departamento de Informática Educativa de la UFRO, entidad que se adjudicó por licitación el procesamiento e informe de resultados. La carta indica a las universidades que a fines de mes recibirán un nuevo informe.
No parece razonable atribuir la responsabilidad final a la UFRO. No parece razonable la aplicación de esta evaluación en estas condiciones este año. Ya estaba suficientemente justificada su suspensión por la contingencia. La noticia del error en los datos es la gota que derrama el vaso. No hay condiciones para su aplicación, y el sistema requiere una revisión profunda que permita recobrar la confianza y la responsabilidad del Estado.
Son tiempos en que la urgencia es acompañar y procurar el desarrollo de los mejores procesos formativos posibles en estas impensadas y exigentes circunstancias. No es tiempo para presiones y mediciones, menos aún si se ha quebrado la confianza en la evaluación, y todavía menos si el resultado más probable, dado el contexto, sería el de relevar la crítica hacia formadores y estudiantes que una vez más no lograrán, obviamente, lo esperado, pese a los evidentes esfuerzos desplegados. Nadie necesita el detalle de lo que muy probablemente hicimos peor este año, todo aquello en que no dimos el ancho, menos si el sistema de procesamiento de resultados está en cuestión.
Es tiempo de conectar con la necesidad de una formación de profesores que requiere apoyo y confianza para cerrar el mejor semestre posible, para preparar el que viene y dar lo mejor que tenemos con lo que hemos aprendido durante este complejo tiempo. No es año para mediciones. Es tiempo de restituir confianzas, abrigos, profesionalidades, apoyos. Y cuando sea otro tiempo, repensar tanta y tan intensa medición constante y abrumadora. Mientras tanto, el llamado sensato parece ser a revisar el sistema evaluativo y generar condiciones para restablecer la confianza en él y su eventual aporte al mejoramiento de la calidad de la formación.
Andrea Ruffinelli, académica Facultad de Educación de la Universidad Alberto Hurtado y adherentes:
Alejandra Nocetti, UCSC; Alejandra Falabella, UAH; Alejandra Torres, Alicia Páez, UDP; Beatriz Fernández, U. de Chile; Bernardita Pertridis; Claudia Escobar, UAH; Claudia Araya, UAHC; Cecilia Álvarez, UAH; Francisco Salas, UCSH; Genevy Moreno, UAH; Javiera Figueroa, UAH; Isabel Plaza, UAHC; Katherine Olate, UAHM; Laura Zurita, UDP; Liliam Almeyda, UAH; Lina Peralta, UDP; Lorena Valdebenito, UAH; Luis Navarro, UAHC; Macarena Salas, PUC; Malba Barahona, PUC; M. Angélica Martínez UDP; M. Teresa Rojas, UAH; Magali Espech, UCSH; M. José Valdebenito, UAH; M. Jane Abrahams, UAH; Miriam Ferrando, UAHC; Natalia Kompen, UAHC; Nora Arce; Paloma Palomera, UMCE; Paula Alarcón, UAH; Pilar Guzmán, UAHC; Rosa Gaete, UAH; Roxana Hormazábal, UAHC; Sandra Morales, UBO; Solange Gorichon, UAH; Stephen Darwin, UAH; Sulvy Cáceres, UMCE; Tatiana Cisternas, UAH; Yanina Flavia UAH; Belén Rojas, UAH; Carol Césped, UDP: César Maldonado, UAH; Cristina Iturriaga, UCEN; Eliana Barrios, UCSH; Felipe Rojas, UAH; Félix Angulo, PUCV; Guillermo Castro, UMCE; Juan Chamorro, UNAP; María Trillo; Noemí Pizarro, UMCE; Sixtina Pinochet, UCN; Soledad Sandoval, U. De Los Lagos; Tamara del Valle, UMCE; Tatiana Díaz, UMCE; Valeria Flores, UDP; Yanina Flavia UAH.