El académico FED y Director del Magíster en Gestión y Dirección Educacional, Pablo Astudillo, publicó una nueva columna en el Medio El Mostrador, titulada «Dia del padre (LGBTI+)». En ella, a propósito del día del padre, aborda que «ser padre LGBTI+ es moverse en un espacio complejo de aceptación y rechazo, de asimilación y diferencia, de navegación sin un mapa claro como cualquier otro padre y como ningún otro. Pero esto no debe ser necesariamente algo malo». A continuación, parte de la columna.
A principios de los años 2000, el movimiento homosexual francés se debatía entre la asimilación y la diferenciación. La pregunta que rondaba a la militancia era si acaso se hacía más justicia con los individuos cuanto más se les permitía reconocerse iguales a las personas heterosexuales en cuanto derechos y posibilidades de vida, o bien si se reivindicaba una diferencia sustancial: ser gay requería un reconocimiento explícito de esa diferencia, de ese color que jamás se podría asimilar a lo que ya existía.
Frente a esta discusión, Didier Eribon, filósofo, historiador y activista, escribía una frase célebre que buscaba mirar las cosas desde un ángulo distinto: “no vale la pena desgastarse en discusiones porque hay mil maneras de ser homosexual”. Al mirar la experiencia cotidiana, decía el académico, habrá veces cuando las personas homosexuales quieran ser tratadas exactamente igual que el resto, y otras donde precisamente buscarán que su diferencia sea reconocida. Luego, la justicia tenía que ver con permitir la mayor combinatoria de situaciones y posibilidades para cada persona, en la promoción de los matices y en la garantía de que los sujetos siempre puedan elegir cómo quieren ser mirados.
Lo mismo podría decirse para ser padre cuando se es parte del colectivo LGBTI+. Cuando se trata de pensar la paternidad desde un lugar distinto a la figura heterosexual tradicional, surge la necesidad de pensar que las experiencias reales son mucho más complejas que la postal con la cual se celebra hoy el día del Padre. Primero, porque no se necesita engendrar para ser papá. Segundo, porque hay algo aliviador en querer parecerse lo más posible a la familia tradicional, porque esa narrativa de algún modo tiene un guion conocido. Pero tercero, porque la diferencia necesariamente genera una reflexividad en la crianza que puede ser interesante para enfrentar un mundo cada vez más complejo.
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